Amar tiene que
ver con la decisión de dejar entrar al
otro, con bajar mis defensas, con abandonar mi desconfianza, con animarme a salir de mis ideas rígidas
en su honor y ponerme en actitud de ver cómo es, cómo se mueve y cómo
piensa, sin intentar que piense como yo o que haga lo que yo pienso, tiene que
ver con no intentar forzarme a ser como yo creo que a él le gustaría.
Para llegar a eso
hay que atravesar los prejuicios que nos impiden el amor. Y uno de esos
prejuicios es nuestra definición cultural de pareja.
El amor empieza cuando descubro al otro. Ya no es
una idea de lo que debería ser, es alguien nuevo que me sorprende con su
originalidad.
Allí comienza el
amor, con la sorpresa, con el descubrimiento, mientras que si trato de encajar
al otro en mis viejas ideas, no pasa nada.
Abrirse al amor
es abrirse a lo nuevo… amar es abrirse a lo real.
Cuando estás en
el presente, sin brincar al futuro, el milagro sucede. Estar en el momento
presente es el milagro.
Amar, es como bailar tango
“El abrazo es
contención no estrujamiento, tomen el error como posibilidad, si no le doy el
espacio el se lo va a tomar, mi pareja está allí para mostrarme como soy, el
encuentro es diálogo, no imposición, el diálogo es escuchar al otro, no
suponer, el abrazo es dar espacio no atrapar, el tango es dialogar, dialogar, dialogar…”
El verdadero amor
no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar a otro para que sea quien es.
Mucho más allá de que esa autenticidad sea o no de mi conveniencia. Mucho más
allá de que, siendo quien eres, me elijas o no a mí, para continuar juntos el
camino.